lunes, 16 de marzo de 2015

La meditación afecta a tus células

Un nuevo estudio muestra cómo los efectos de la meditación se pueden observar incluso a nivel celular
Un nuevo estudio publicado en la revista Cancer y firmado por Linda Carlson del Tom Baker Cancer Center en Alberta, Canadá, ha encontrado que algunos pacientes de cáncer de mama que practicaron regularmente técnicas de reducción de estrés, incluyendo mindfulness y yoga, llegaron a cambiar físicamente sus células, a pesar de no estar recibiendo tratamiento.
El grupo estaba constituido por 88 pacientes con una media de edad de 55 años, que habían superado el cáncer hacía más o menos un año, pero que aún sufrían diversos problemas emocionales derivados del largo proceso del cáncer. El total de participantes se separó al azar en tres grupos, y se les tomó una muestra de sangre antes y después de 12 semanas que fue lo que duró el experimento.
Uno de los grupos fue designado para asistir 90 minutos a la semana a una clases de meditación mindfulness y Hatha Yoga, y además se les pidió que practicasen también en casa durante al menos 45 minutos todos los días. El segundo grupo acudía a una reunión semanal de 90 minutos donde hablaban sobre cómo se sentían. Finalmente, había un grupo control que acudió a una reunión de 6 horas sobre técnicas para sobrellevar el estrés.
El análisis de las muestras de sangre al finalizar las 12 semanas de estudio mostraron resultados llamativos en cuanto a la longitud de los telómeros de sus células. Los telómeros son la parte final de los cromosomas, y actúan como protectores de la integridad de nuestro ADN. En cada replicación celular se acortan un poco, por lo que son una medida del envejecimiento celular. Cuando los telómeros desaparecen, la célula empieza a perder parte del ADN, y finalmente muere.
Los dos grupos que tenían reuniones semanales en las que se practicaba meditación o se realizaba terapia de soporte a través de la expresión de sentimientos, mostraron unos telómeros de igual longitud a los que tenían al comenzar el estudio. Sin embargo, el grupo al que tan sólo se le dio una clase teórica de control de estrés, sí que mostró un acortamiento de los telómeros de sus células.
Es obvio que cuerpo y mente están profundamente conectados, pero es difícil demostrarlo. Estos resultados son un paso más, aunque aún queda mucho por hacer, porque realmente no sabemos cómo la meditación –o el deporte- llegan a evitar que se acorten los telómeros. En un paper publicado hace un tiempo, se vio que la meditación aumentaba la actividad de la telomerasa, que es el enzima encargado de reparar los telómeros. Quizá todo se reduzca a que una eliminación del estrés y las emociones negativas provoca que se reduzca la liberación de las hormonas implicadas en estos procesos, lo que al final lleva a una mayor activación —o evitación de la desactivación— de la telomerasa. Esperemos que nuevos estudios nos resuelvan estas interesantes cuestiones...
Referencias
Mindfulness-based cancer recovery and supportive-expressive therapy maintain telomere length relative to controls in distressed breast cancer survivors. Carlson LE, Beattie TL, Giese-Davis J, Faris P, Tamagawa R, Fick LJ, Degelman ES, Speca M., Cancer. 2014 Nov 3. doi: 10.1002/cncr.29063

lunes, 9 de marzo de 2015

El potencial oculto de la mente

Este artículo del País Semanal  de febrero me ha gustado mucho; ¿ Que os parecen a vosotros estas reflexiones ?

A mi me lleva indudablemente a pensar en la meditación como vía para Despertar.


Daniel habla con fluidez 11 lenguas: inglés, francés, finlandés, alemán, español, lituano, rumano, estonio, islandés, galés y esperanto. Pero lo más increíble no es la cantidad, sino la velocidad en aprender idiomas. Channel Five le retó a aprender islandés en una semana. Siete días después apareció en televisión conversando en esta lengua. En cambio, la rapidez de Stephen no se encuentra en el aprendizaje de lenguas, sino en la captación de todos los detalles de un paisaje. Puede dibujar uno con precisión fotográfica después de haberlo visto solo un instante. En una ocasión dibujó la totalidad del centro de Londres después de sobrevolar la ciudad en helicóptero. ¿Son los cerebros de Daniel Tammet y Stephen Wilshire máquinas engrasadas y perfectas? En realidad no: sus cerebros están defectuosos. La epilepsia y el síndrome de Asperger acompañaron a Daniel en su infancia. Y Stephen también es autista.

"La capacidad que tenemos en el cerebro es probablemente muy superior a lo que creemos”
Francisco J. Rubia
Quizá uno de los autistas más conocidos fue Kim Peek. El personaje que interpretó Dustin Hoffman en la película Rain Manestá inspirado en él. Nació con macrocefalia, un daño permanente del cerebelo, y con agenesia del cuerpo calloso (carecía de la principal conexión entre los dos hemisferios del cerebro). Peek recordaba el 98% de los 12.000 libros que había leído, leía dos páginas en ocho segundos. Usaba cada ojo para leer una página distinta como si se tratara de un superhéroe de un cómic. Era solo uno de sus “superpoderes”.
Resulta una gran paradoja que cerebros defectuosos sean los asientos neuronales de prodigiosas habilidades. ¿Nos están diciendo algo sobre cómo el resto de los mortales podríamos aumentar nuestras capacidades?
Daniel, Stephen y Kim son lo que se denomina savant –o antiguamente idiot savant–, ya que suelen poseer un coeficiente intelectual muy bajo y, paralelamente, unas habilidades sobresalientes. Pero ¿de dónde surgen las facultades extraordinarias de los savants?

Los estudios indican que los savantspresentan alguna forma de disfunción en el hemisferio cerebral izquierdo, lo cual facilita la actividad del derecho. El izquierdo es el conceptual, el que pone etiquetas, el que razona, el que filtra con la lógica, el lingüístico (el que nos habla constantemente), el que va hacia el pasado y hacia el futuro. En cambio, el derecho está en el ahora, es creativo. Al funcionar sin lógica, tiene más facilidad para captarlo todo tal cual es sin filtrar y para hacer conexiones no racionales con toda la información. De alguna forma, el izquierdo-lógico está constantemente coartando o limitando las capacidades del derecho-creativo. Por lo que si el izquierdo deja de funcionar correctamente, el derecho se libera, y con él, el genio.
Jill Bolte es una neurocientífica que vivió con su hemisferio izquierdo desconectado a consecuencia de un derrame sanguíneo. Al sufrir el ataque, Jill sintió un terrible dolor detrás del ojo izquierdo, no podía hablar, coordinar, ni siquiera podía pensar con claridad. Vivió un auténtico martirio si nos limitamos a calificarlo “desde fuera”. Paradójicamente, su experiencia vista desde dentro, tal como ella la describe, fue maravillosamente extraordinaria. Sintió una paz no humana, ajena a cualquier asomo de sufrimiento. Al desconectarse su hemisferio izquierdo, el que habla, sintió el silencio. No había estrés, “nadie” le recordaba vivencias tristes o le anticipaba situaciones preocupantes. Silencio, paz. Incluso se acalló esa voz que nos dice “este soy yo”. Al mirar su cuerpo, no veía los límites. “Miré mi brazo y me di cuenta de que no podía delimitar los límites de mi cuerpo. No podía definir dónde empezaba y dónde terminaba. De alguna forma, los átomos y moléculas de mi brazo se mezclaban con los átomos y moléculas de la pared. Solo sentía esa energía”. Según sus palabras, se sentía enorme y expansiva, fuera de los límites de su cuerpo. Una auténtica experiencia mística vivida por una reputada científica del cerebro humano. Después de ocho años de recuperación, actualmente se dedica a impartir conferencias, escribir libros y realizar investigaciones sobre este tema, por lo que la revistaTime la nombró una de las cien personas más influyentes del mundo en 2008.

"El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender”
Plutarco
Para aumentar nuestras capacidades, nuestro rendimiento, los humanos nos hemos dedicado a inventar herramientas tecnológicas. Es como si, poco a poco, el ordenador, el teléfono o el GPS constituyeran una extensión de nuestro cerebro. Si miramos al futuro, parece que cada vez seremos más dependientes de toda esta tecnología. Utilizaremos menos nuestras propias capacidades de orientación, cálculos matemáticos, memoria… La ampliación de nuestras capacidades la buscamos “fuera”, cuando quizá se encuentre “dentro”. Nuestro propio cerebro posee unas facultades inimaginables y, en lugar de despertarlas, nos estamos dedicando a dormirlas.
Mientras los humanos nos hemos centrado en diseñar radares cada vez más potentes, los delfines han evolucionado y en su cerebro han creado un escáner más potente que cualquiera de nuestras invenciones. Nos hemos concentrado en “tener” y hemos descuidado el “ser”. Hemos mirado hacia “fuera”, en lugar de hacia “dentro”, olvidando que nosotros también tenemos radar interno. Las investigaciones de Beatrice de Gelder, neurocientífica de la Universidad de Tilburg, muestran cómo personas con ceguera cortical son capaces de sortear objetos al andar, aunque no los vean, porque nuestras neuronas saben funcionar como un auténtico radar. Sin embargo, la mayoría de nuestras inversiones económicas en investigación no se dirigen a aumentar esa capacidad, sino a inventar ayudas externas. Igual que se dirigen a diseñar medicamentos para eliminar enfermedades y se presta muy poca atención al ya demostradísimo efecto placebo. Esto es, a la capacidad que poseen nuestras propias creencias para curarnos a nosotros mismos.
No imaginamos el enorme potencial de nuestro inconsciente. En la película Sin límites, el protagonista, gracias a la ingestión de una droga, logra realizar auténticos prodigios. La esencia de esa droga es que le permite acceder a toda la información guardada en su inconsciente. Todo lo que hemos vivido, aunque no lo recordemos, está allí. La prueba cotidiana es que al ver una película, podemos darnos cuenta de que hace muchísimos años que la vimos, pero si nos hubieran preguntado por ella, quizá nos hubiera sido imposible recordarla. Esto es, podemos reconocer muchas cosas como vistas, leídas, vividas, oídas… que no podemos recordar. Están allí, pero nos resulta imposible acceder. Es más, en nuestro inconsciente existe información que quizá nunca hemos sido conscientes de captar, ya que lo hemos hecho de forma subliminal. Nuestro inconsciente es nuestro sabio interior. Sabe mucho más que nosotros. Si lográramos comunicarnos con él, nos pasaría como al protagonista de la película: nuestras capacidades se verían multiplicadas de forma asombrosa. Nos pasaría como a algunos savants: con leer un libro una vez, ya lo tendríamos allí accesible para siempre.

"En nuestro cerebro dormitan capacidades insospechadas
Allan W. Snyder
Nos movemos en un océano de información. El cerebro capta a cada instante volúmenes ingentes de datos a través de todos sus sentidos. Esa información, para poder ser operativa y útil, debe ser ordenada y esquematizada. Y a eso se dedica nuestra lógica. Y esa misma lógica que nos ayuda, al mismo tiempo nos bloquea. Nos impide ir a los datos crudos del inconsciente, nos impide mezclarlos de forma irracional y ser más creativos. De alguna forma hemos de aprender a no apoyarnos tanto en nuestro hemisferio izquierdo-lógico. Acallar ese parloteo constante de este hemisferio lingüístico. Y como siempre, acabamos donde empezamos; esto es, en los consejos de los sabios más antiguos: es esencial aprender a silenciar la mente. ¿Vamos a permitir que nuestro sabio interior continúe dormido o vamos a despertarlo?

FUENTE:

http://elpais.com/elpais/2015/02/20/eps/1424453237_284309.html