Un extremófilo realmente duro.
"Es como haber descubierto a Moby Dick en el lago Ontario," decía Tullis Onstott refiriéndose a los gusanos nematodos que su equipo de la Universidad de Princeton descubrió viviendo muy por debajo de la superficie de la Tierra en el sur de África.
Los pequeños gusanos – de sólo 500 micras de largo – se encontraron a profundidades que van desde 900 metros a 3,6 kilómetros, en tres minas de oro en la cuenca de Witwatersrand, cerca de Johannesburgo. Eso es algo sorprendente, ya que los organismos multicelulares normalmente sólo se encuentra cerca de la superficie de la corteza terrestre, en concreto según la mejor estación de Onstott,en los 10 metros más superficiales.
Las criaturas viven en el agua contenida entre las rocas de las minas, pueden tolerar temperaturas que alcanzan los 43 ° C y se alimentan de bacterias. La datación por carbono de los compuestos disueltos en el agua sugiere que los gusanos han estado viviendo en estas profundidades entre 3.000 y 12.000 años.
Que organismos complejos puedan mantenerse por un período tan largo completamente aislados de todo (de la luz solar o de la química de superficie) es bastante sorprendente.
Onstott afirmaba que nadie esperaba encontrar organismos multicelulares viviendo en estas bolsas de agua. Los microbiólogos ni siquiera entienden cómo es posible que organismos unicelulares puedan vivir en estas profundidades. La falta de oxígeno, la temperatura y la alimentación son hándicaps muy grandes.
Si formas de vida complejas son capaces de sobrevivir dentro de grietas en el interior de la Tierra, se plantea la posibilidad de que alguna forma de vida similar podría haber sobrevivido en ambientes parecidos en Marte.
Carl Pilcher , director del Instituto de Astrobiología de la NASA en Moffett Field, California, señala que Onstott ya había descubierto una bacteria viviendo a 2,8 kilómetros de profundidad en la tierra, completamente aislado de otros ecosistemas. El organismo conseguía su energía de la desintegración radiactiva de los elementos en las rocas circundantes. La importancia de esto, es que podríamos imaginar un ecosistema existente en el subsuelo de un planeta que no tienen una biosfera fotosintética, como Marte.
Hasta ahora, se creía que este tipo de micro-ecosistemas podían estar formados solo por vida bacteriana. Pero los nuevos hallazgos Onstott han cambiado por completo esto. Se ha abierto el abanico de posibilidades.
Estos nematodos viven de sus granjas de microbios. Esto nos lleva a pensar que si la vida alguna vez surgió en un planeta, y en algún momento ésta desapareció de su superficie, es posible que hayan quedado reductos aislados de vida a pequeña escala contenida en grietas, todo ello alimentado por la radiactividad del núcleo del planeta.
Fuente: http://www.newscientist.com
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